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DIÁLOGOS POSTMODERNOS

JUGUEMOS A ENGAÑAR II: EL FACTOR SORPRESA

JUGUEMOS A ENGAÑAR II: EL FACTOR SORPRESA

Ahora que el nombre de Jorge Luis González Curi se asoma con demasiada estridencia en el escenario político campechano, la posibilidad de que sea éste quien reciba las guirnaldas del triunfo en la cercana Convención de Delegados, donde se elegirá candidato priísta a la gubernatura, estremece a más de uno. En las encuestas, otro personaje público navega tranquilamente hacia una victoria segura, pero una decisión contraria a los intereses populares se impondría contra toda lógica.

En este orden de las cosas, temores crecientes sobre la existencia de una línea oficial se antojan menos remotos y, por consiguiente, el método selectivo de la Convención de Delegados suprime la democracia de las mayorías para privilegiar la de unos pocos intereses.

Las actuales circunstancias obligan a desempolvar los archivos para ayudar a la memoria colectiva volver al recuerdo del pasado. En tres dinámicas sucesorias de tiempo atrás (1985, 1991, 1997) fue común el factor sorpresa en el núcleo revolucionario. De esta forma, las decisiones verticales ahogaron las aspiraciones de unos precandidatos para impulsar las de otros. A menudo los deseos de quienes tenían los méritos suficientes ante la mirada de la población sucumbían frente al dedo flamígero del poder central.

En esta coyuntura, de nueva cuenta somos testigos de un probable retroceso en el cual el aspirante arriba en las preferencias cruzará peligrosamente su camino con el del supuesto aspirante oficial. En tres marcos distintos, la lucha  sucesoria se caracterizó por este factor sorpresa, que terminó elevando a funcionarios públicos comunes hacia una nueva y poderosa investidura: gobernador de Campeche. Ésta se enmarcan en tres épocas diferentes:

a) La imposición cetemista (1985). Hace más de dos décadas, cuando la familia revolucionaria vivía plácidamente sin sobresaltos en su propia casa, la oposición carecía de bases sociales amplias y la sociedad era testigo de las imposiciones de la clase oficialista, la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM) reclamó su cuota de poder al Gobierno de la República; tras una hermética negociación que involucró a las autoridades federales y estatales, finalmente salió el humo blanco que indicaba la elección de Abelardo Carrillo Zavala.

En el extremo de enfrente se ubicaba otro legislador federal: el senador Renato Sales Gasque. La estrella de este resplandecía más que la del resto de los precandidatos en virtud de estar estrechamente ligado con el entonces Presidente de México, Miguel de la Madrid. Este factor hizo pensar que el senador navegaría en aguas tranquilas. Sin embargo, la intervención del jerarca obrero Fidel Velázquez inclinó el fiel de la balanza hacia su pupilo. La poderosa central de trabajadores exigió la tradicional cuota sectorial con que el viejo régimen repartía los cargos públicos en aquellos tiempos de monopolio partidista.

b) La imposición colosista (1991). Como en las mejores familias, la revolución institucionalizada fue testigo de las primeras rebeliones de los hijos contra sus padres. Tres años antes Rosa María Martínez Denegri abandonó la casa paterna para encontrar un nuevo hogar político en las fuerzas opositoras. Este importante acontecimiento antecedió el escenario en vísperas del proceso interno de aquel año.

Al tiempo que la oposición se nutría de ex priístas, en el seno del Revolucionario Institucional la cercanía de la competencia electoral estimulaba los apetitos del poder. Sobre el ruedo saltó, abriéndose paso entre los demás aspirantes, el nombre de Carlos Sales Gutiérrez, funcionario con una gran influencia dentro la administración pública federal en razón de sus vínculos con Manuel Camacho Solís, quien a su vez una larga amistad lo unía con el Presidente de México, Carlos Salinas de Gortari. Ni siquiera las agresiones en su contra cuestionando su residencia fuera de Campeche parecían desviar la dirección de los vientos que soplaban a su favor.

Muy pronto, los movimientos desarrollados en el centro nacional despojaron de su aureola de santidad al principal aspirante. En aras de dejar el campo abierto a su futuro heredero en la Presidencia de la República, Salinas de Gortari fue cediendo el terreno político a Luis Donaldo Colosio Murrieta en detrimento de Camacho Solís. Este cambio modificó considerablemente el curso de las cosas. Como dirigente priísta, Colosio Murrieta emprendió una cruzada buscando su consolidación y metió las manos en el proceso interno de Campeche. Sorpresivamente la candidatura desembocó en su amigo Jorge Salomón Azar García, quien ocupaba una delegación federal en Chiapas.

c) La imposición zedillista (1997). A pesar de las conquistas ciudadanas en diferentes entidades del país, en nuestras fronteras la clase política oficial seguía subordinado a los designios presidenciales, amén del sentimiento de malestar de la población contra el Gobierno del Estado. Una protagonista clave abordó el barco en medio de este escenario adverso: Layda Elena Sansores Sanromán.

La senadora Sansores Sanromán ya había despertado las simpatías populares, sin embargo, su negativa a las privatizaciones y el aumento de los precios la alejaron de la venia del Presidente de la República, Ernesto Zedillo. En ese instante, la familia priísta le dio la espalda, distanciándola aún más de la candidatura. A pesar de sus acciones de rebeldía, los dados ya estaban cargados hacia Carlos Sales Gutiérrez. Ahora que parecía llegar a puerto seguro, la renuncia de la legisladora federal rompió de súbito la calma y tiró por la borda la candidatura de Sales Gutiérrez.

El Partido de la Revolución Democrática abrió sus puertas a la senadora Sansores Sanromán. Su destape como candidata de la oposición encendió los focos de alarma dentro del priísmo nacional en la entidad, que miraba con pasmo la renuncia masiva de sus militantes. Una de las repercusiones de estos hechos fue la determinación de otorgar la candidatura a quien quizá era el priísta más conocido: Antonio González Curi, bajo el consentimiento de las autoridades federales y estatales.

El capítulo siguiente es historia. Vale destacar en esta última sucesión las voces de protesta que se elevaron masivamente en el aire rechazando una imposición más como signo característico de los priístas, dando al traste a las aspiraciones de quien merecía la candidatura.

El factor sorpresa está presente en estas sucesiones de Gobierno y ahora parece que Jorge Luis González Curi repetirá el mismo episodio. A menos que no quieran confiarse en sus laureles, los delegados de la Convención priísta deberán decidir por quien está encabezando la confianza de la población campechana: Fernando Ortega Bernés.

En esta coyuntura política es interesante puntualizar que Convergencia está a la espera de lo que suceda en el PRI. Si la falta de criterios democráticos persiste, entonces estaremos hablando de un nuevo episodio de rompimiento interno y una segura canalización del malestar ciudadano conducido por Convergencia, que quizá pondrá en jaque a la otrora familia feliz priísta.

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