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DIÁLOGOS POSTMODERNOS

Juguemos a engañar

Mucho marketing, pocas... ¿Despensas?

Mucho marketing, pocas... ¿Despensas?

Una horas después de ver en televisión el comercial del IFE que dice "nadie puede comprar tu voto", "que nadie condicione tu voto a cambio de nada", caminando en pleno centro histórico de la ciudad de Campeche me encontré con esto. Preguntándole a una amiga de la prensa para qué eran las bolsas de despensas, me dijo que averiguaría. Días después me dijo que no me preocupara, que eran del DIF. Aquí no pasa nada. Tenlo por seguro.

Mucho marketing, pocas propuestas

El punto de arranque para la conquista del voto comenzó con un ostensible déficit de comunicación política; en su lugar, el marketing se ha vuelto un protagonista sobresaliente en las campañas electorales para atraer la atención ciudadana.

 La comunicación política -en la cual participa la opinión pública, los políticos y los medios de comunicación en un espacio público privilegiando la inclusión de las demandas de la sociedad para, de esta forma, diseñar estrategias de solución mediante el debate- pierde terreno a pasos agigantados con la instrumentación, en la propaganda electoral, de mecanismos audiovisuales diseñados bajo un formato de show.

Ciertamente la ayuda de medios audiovisuales genera una relación directa con la gente, sin embargo, las consecuencias negativas son la carencia de una genuina oferta de gobierno, la falta de ideas, así como de proyectos reales.

En el marketing político se favorece la superficialidad, a través del manejo de la imagen de los candidatos y sus mejores ángulos para convertirlos en santos de nuestra devoción; la ausencia de la persuasión reflexiva es notoria, en cambio, es común la persuasión simplista.

Las vertiginosas transformaciones en la sociedad son catalizadoras de nuevas exigencias, empero, bajo los actuales esquemas publicitarios en forma de entretenimiento, los personajes en contienda no debaten proyectos, la retórica de todos es la misma: "construiremos más fuentes de empleo", "combatiremos la pobreza", "incentivaremos el campo", etc.  

La celeridad en el desarrollo de los medios masivos de comunicación ha llevado a estos a ocupar un lugar de privilegio en la clase política. Es la televisión -y ahora también Internet- una de las herramientas más estimadas para entrar en contacto con una sociedad amplia.

A las caminatas y las concentraciones masivas como consecuencia del acarreo, que son parte del folclor antropológico de la política mexicana para demostrar un supuesto apoyo popular, se suma el impacto propio de la sofisticación de los medios informativos: la videopolítica, que combina la propaganda política con el entretenimiento.

Esta nueva forma de expresión -como ocurre en estos momentos en Campeche-, disipa las propuestas de campaña en aras de lograr la masividad en un formato de show. En consecuencia, los aspirantes a puestos de elección popular ofrecen al electorado formas, no sustancias.

Como nunca antes, las organizaciones políticas con mayor presencia en la entidad -y también de abultado presupuesto- y en menor grado los partidos medianos, abren sus puertas a las más complejas herramientas audiovisuales para construir puentes efectivos, pero vacuos en su calidad argumental, de comunicación con la sociedad.

A los tradicionales medios de información -como los diarios, la radio y la televisión- se integra un instrumento comunicativo de alcances mundiales: Internet. Hoy en día, este es un recurso fundamental en todos los ámbitos de la vida cotidiana, principalmente en los centros urbanos, aunque de modo paulatino está incorporándose en las zonas rurales.

La presencia de Internet es imprescindible en los hogares, en los centros de trabajo, en las escuelas, en las bibliotecas, etc. El número de sus usuarios es tan grande, que las fuerzas políticas que impulsan a los candidatos más populares han advertido del arma poderosa que significa la utilización de esta herramienta para llegar electoralmente a la población campechana.

En esta coyuntura, los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional se disputan los cargos de representación más importantes -diputaciones locales, alcaldías y juntas municipales, así como la elección de legisladores federales-; sin embargo, la carrera que desborda las pasiones es la de la gubernatura.

Este empeño ha llevado tanto a tricolores como a blanquiazules a diseñar una estrategia publicitaria impresionante, además de onerosa, apoyada en los medios electrónicos y audiovisuales, empero, la utilidad de estos dista mucho de fomentar una verdadera cultura analítica.

De la mano de las campañas obscenas contra el adversario, en Internet navega una cantidad formidable de spots con un amplio espíritu carnavalesco: hermosas chicas -entre ellas una ex reina de Carnaval-, bailando la famosa canción de Fernando Ortega Bernés: "¿Quién es? ¿Quién es?"; concursos y competencias deportivas en el malecón campechano transmitidos desde Fer TV y Radiofer; la misma ex reina de Carnaval exhibiendo un atuendo que al ponérselo se transforma en la Chica Fer -una especie de Mujer Maravilla a la campechana-.

Si la propaganda del PRI parece una extensión del Carnaval de Campeche, en la casa de enfrente también están reproduciendo una arquitectura publicitaria de similares dimensiones. En el PAN los ánimos festivos cruzan los portales de Internet para invadir todos los rincones de la ciudad con enormes espectaculares de Mario Ávila Lizarraga; distintos autobuses recorren en las noches las avenidas con luces parpadeando en su interior -algo así como un "antrobús"- y muchos seguidores gritando.

En este escenario, la pobreza en la calidad de los discursos de los candidatos a diputados locales se refuerza con el empleo de frases tan trilladas y simplistas como: "El profe Bene, el que te conviene", "Fito, por mi distrito", "Mi gallo es Rosco porque lo conozco", "Le voy a Leo porque le creo", etc.

Ahora las concentraciones multitudinarias son festivales que se asemejan a los programas de variedades. En compañía de unos conductores con las cualidades labiales para estimular los ánimos de la población, sobresalen los payasos -cuando el festival está dedicado a los niños- y las rifas de aparatos electrodomésticos -cuando es para las madres-.

En medio de la explotación de lemas de campaña ridículos y de la atmósfera carnavalesca, los sectores populares de la sociedad campechana acuden a los mítines preocupados más en los regalos que en plantearle a los candidatos preguntas fundamentales, como la manera en que piensan abatir los niveles de pobreza, eliminar el desempleo, combatir el rezago educativo o la creación de marcos jurídicos que ayuden a superar todos estos problemas.

Los ciudadanos necesitamos más propuestas y menos marketing; campañas electorales de sustancias y no de formas. Así podremos sufragar con responsabilidad este 5 de julio.

JUGUEMOS A ENGAÑAR III: La misma gata revolcada (de azul)

JUGUEMOS A ENGAÑAR III: La misma gata revolcada (de azul)

Por: Fernando Cab Pérez

De la esperanza al desencanto.- El Partido Acción Nacional nació como una organización de los grupos aristócratas, en respuesta a las medidas populares impulsadas por el gobierno cardenista. Estas condiciones hacen que, a diferencia de otros partidos políticos, el PAN no encuentre sus orígenes en una de las escisiones del Revolucionario Institucional.

A través del tiempo, conforme la oferta del gobierno priísta excluía la creciente demanda de libertades democráticas de la sociedad, los panistas enarbolaron la bandera de la democracia, oponiéndose a la manipulación sectorial de las masas, las costumbres caciquiles y las prácticas autoritarias.

La entrega de los panistas en el campo de batalla estimuló la lucha de la población. A pulso, los blanquiazules obtuvieron el respaldo ciudadano, por su coraje a enfrentarse a las decisiones de los poderosos en turno. Durante años, el PAN fue el vehículo para expresar el desacuerdo de los ciudadanos contra un sistema político en descomposición. No importaban sus antecedentes religiosos ni conservadores, mucho menos la posición económica de sus miembros, su trascendencia fue más allá: abrazaba los anhelos progresistas de una sociedad cada vez más consciente.

Entre los numerosos reclamos, el colapso económico y la ausencia de instituciones democráticas ocupaban un lugar destacado. Con base en estos problemas, la sociedad partió de la premisa argumentando que, para mejorar sus condiciones de vida, era necesario sacudirse la dominación de un solo partido. El cambio de Gobierno debía ser el resorte que impulsara, en adelante, las reformas democráticas fundamentales; el primer paso para atravesar de un régimen abusivo a otro de profundo respeto a las leyes constitucionales.

Acción Nacional fue ganando espacios políticos, no sin obstáculos en el camino. Primero fueron las alcaldías, luego las gubernaturas, hasta culminar en la Presidencia de la República. Sin embargo, el sendero recorrido para coronarse en el peldaño más importante del país no estuvo exento de polémicas. A través del tiempo, los panistas fueron transitando, de una imagen honesta, a otra más próxima a los intereses particulares de los últimos gobiernos priístas. En el ejercicio del poder público, los blanquiazules no estuvieron a la altura de las demandas sociales.

Los sueños de cambio de la sociedad fueron encauzadas por el candidato presidencial panista Vicente Fox Quesada. En su intensa campaña, el político guanajuatense encarnó los ideales de justicia, democracia social e igualdad, y escuchó de cerca los planteamientos de malestar de la población contra unas autoridades insensibles a sus exigencias. Con las esperanzas depositadas en su persona, por primera vez, en más de siete décadas, la oposición ganó las elecciones presidenciales en el año 2000.

Sin embargo, la luna de miel entre el Presidente y la población mexicana derivó muy pronto en un profundo desencanto. A unos meses de asumir el Ejecutivo Federal, la administración panista puso en marcha medidas económicas neoliberales más cercanas a las fomentadas por sus antecesores priístas. Demasiado lejos estaba Fox Quesada de constituirse en el pivote que agilizara las transformaciones sociales, pues las relaciones políticas del régimen anterior permanecieron activas.

Los gobiernos emanados del PAN, amén de negociar con las añejas estructuras del priísmo para acelerar sus impopulares reformas, muy pronto dieron notables muestras de promover las mismas acciones irregulares desde las altas esferas. Felipe Calderón Hinojosa, como su antecesor, permitió que los blanquiazules de ahora destrozaran los ideales democráticos de sus orígenes partidistas. Nada ilustra mejor la adopción de las costumbres políticas excluyentes de los tricolores en el seno panista, que la portentosa ceremonia de bienvenida a las aspiraciones de Mario Ávila Lizárraga, uno de sus dos precandidatos a la Gubernatura de Campeche, hace unas semanas.

La cargada panista.- Acción Nacional ya venía picando piedra en Campeche desde hace décadas. Su historia transcurre en medio de antagonismos entre las corrientes que intentaron darle un sello genuinamente alternativo y las fuerzas vinculadas, en cierta medida, con los cacicazgos locales. La demostración del boato panista en apoyo a Ávila Lizárraga recuerda los tiempos esplendorosos de la cargada priísta, y por ende, significa el triunfo de los segundos.

El Revolucionario Institucional creó una escuela política, sus enseñanzas han sido reproducidas con mucho éxito en las recientes formaciones partidistas, pero la más añeja de todas, la que siempre combatió la inmoralidad de la clase en el poder, ha traicionado sus principios democráticos, sumándose a la indecencia galopante que siembra la desconfianza entre los ciudadanos responsables.

Como recompensa, los blanquiazules campechanos merecen la mención honorífica. Esta es una distinción otorgada a los universitarios tras aprobar con honores su examen profesional. De la misma manera, la cargada panista a favor de Ávila Lizárraga supera con creces las cargadas de signo tricolor. El escrutinio público desea conceder el reconocimiento, después de hacer una minuciosa deliberación, al Partido Acción Nacional, por atreverse a cruzar las puertas que separan la ética de la mentira.

Este veredicto contribuye a aumentar el descrédito popular hacia los blanquiazules. Aunque con algunas variantes, los líderes del panismo están actuando como si fueran antiguos miembros del priísmo populista más conservador. La movilización a favor de Ávila Lizárraga contiene los ingredientes fundamentales de los rituales políticos del viejo régimen: el desplazamiento masivo de la población a cambio de prebendas y la glorificación de un funcionario común, ataviado con las mejores cualidades humanas.

Cabe añadir que, tras el deceso de Juan Camilo Mouriño, su padre, Carlos, arribó con su mano salvadora e impidió que el PAN quedara como la gallina sin cabeza, es decir, envuelto en un escenario de disputa entre los intereses antagónicos de la dirigencia campechana y el Grupo Carmen, ante la ausencia de su jefe máximo. El precandidato Ávila Lizárraga fue bendecido por el nuevo jerarca absoluto, ahora, teniendo a este poderoso aliado de su parte, el precandidato de los carmelitas, Sebastián Calderón Centeno, está exhibiendo síntomas de flaqueza.

De muy poco sirvieron los triunfos de Acción Nacional en diferentes municipios de la entidad, en aras de iniciar una ardua labor de ciudadanización de la política, si en un santiamén, los dirigentes blanquiazules crearon sus propias mafias internas; a estas circunstancias se sumaron los poderosos empresarios en la dirección del partido y la instrumentación de medidas sociales de carácter electorero.

Mario Ávila Lizárraga es uno de los símbolos que ejemplifican fielmente la adopción de las costumbres priístas dentro del PAN. Como delegado de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), transformó esta dependencia a su cargo en una estructura para alimentarse de los votos de la clase social menos favorecida, no para impulsar programas productivos que disminuyeran la pobreza. Como en sus mejores épocas hicieran los tricolores, la simulación se apoderó del PAN, y de aquel ímpetu democrático, ya nada queda.