El síndrome del señor Burns
El capítulo siete de la temporada cuatro de los Simpson, "Marge consigue empleo", muestra lo que he bautizado como "el síndrome del Sr. Burns". A continuación trascribo el diálogo que me llevará a comentar tal circunstancia:
Marge: "¿Quería verme señor Burns?"
Sr. Burns: "La verdad quería ver si quería tener una reunión conmigo esta noche: cena, baile y el señor Tom Jones"
Marge: "¡Oh, válgame Dios!, mi esposo se va a emocionar mucho"
Sr. Burns: "Usted, ¿tiene esposo? Sí, ya lo imagino, fuerte, guapo, un suéter sobre los hombros, rizos dorados brillando al sol como oro... -imaginando a Homero y Marge en un convertible rojo. (Marge: ‘Homero, el señor Burns me dio otro aumento’... Homero imaginario: ‘jajaja... ese viejito tonto’)-. ¡Está despedida!"
En esas tan usuales pláticas y referencias de los Simpson con nuestra vida habitual, en alguna ocasión Fernando Manzanilla y yo nos mofábamos de nosotros mismos cuando veíamos a una mujer muy guapa y fantaseábamos con cortejarla, pero inmediatamente nos venía el pensamiento de que nosotros podíamos ser poca cosa para el novio verdadero de la pretendida fémina; así, nos confinábamos en nuestra realidad. La autoestima parece jugar un papel muy importante en este caso y, a la vez, la infaltable comparación con nuestros congéneres. Asimismo, la idea usual de la coexistencia casi ineludible de dos personas atractivas.
Es claro que hay mujeres hermosas y que nos gustan inmediatamente, y ante esa idealización pensamos que sólo un hombre "fuerte, guapo, con suéter sobre los hombros, rizos dorados brillando al sol como oro" puede ser digno de ella, características totalmente ajenas a muchos de nosotros y, por lo tanto, pensamos que nuestra pretensión y humilde muestra de amor es risible y causa de lástima, cosa que también me recuerda otro capítulo cuando Rafa se enamora de Lisa y, durante el especial de Krusty por el Día del Amor y la Amistad, ella le grita "nooo, sólo te di esa tarjeta de Día de San Valentín porque me diste lástima". Retomando la idea, nos compadecemos de nosotros y hasta nos burlamos de lo que pensamos y sentimos castigándonos con la frase: "jajaja... ese viejito tonto".
Sólo en el momento en que enfrentamos esta situación en la vida real es cuando sentimos un peso sobre los hombros, nos mostramos dubitativos, cargando depresión, pero es entonces cuando la frustración, la irritación y el deseo de venganza emerge y entonces tratamos de defendernos diciendo cosas como: "caray Marge, mira cuántas moscas vuelan a tu alrededor, eres una mujer sucia, jajajaja"; tal como lo dijo Burns dibujando bigotes, barba y cuernos en la televisión en donde se mostraba Marge captada por la cámara de vigilancia. Entonces sentimos nuestra dignidad recuperada, tratando de hacer volver la estima con nuestras mejores cualidades, que en el caso del más acaudalado personaje de la adorada serie televisiva, una de sus mejores intervenciones es cuando denigra a los demás, con sed de venganza y la ‘maldad’ anteponiéndose a cualquier afecto arrebatado.
Es obvio que el atribulado, rencoroso, irónico y divertido (para sí mismo) ser que aquí escribe le ha pasado algo semejante a lo que aquí plasma. Viniendo al caso, comento que mi experiencia se refiere a que efectivamente me sentí como un "viejito tonto" al sentirme atraído por una mujer más joven, lo peor de todo es que no tengo el dinero del señor Burns, ni la oportunidad de despedirla ni de pintarle atributos chuscos a su imagen; pero sí es un buen momento de reflexión sobre los alcances del deseo, del aglutinamiento de cualidades proyectadas y de la sed de necesidades afectivas. Emergen a la vez los sentimientos más filiales, el sublimado impulso de proteger y de guiar, una emoción pura que parece amor verdadero, vuelven los sentidos poéticos de palabras dirigidas, pero sin negar las pulsiones básicas y placenteras del hombre. Esto me lleva a la resolución de este comentario.
¿Cómo acaba el capítulo? Si bien recuerdan, Marge le pone una demanda al señor Burns, la cual no va a ningún lado porque éste tiene un buffet de abogados que lo amparan ante todo. Al ver esto, Homero le reclama:
Homero: "Sr. Burns no me voy hasta que me diga que se arrepiente de lo que le hizo a mi esposa"
Burns: "¿Usted la quiere también?"
Homero: "¡Por supuesto!"
Burns: "Homero, quiero que dé a esta mujer un momento fantástico"...
Marge y Homero acaban escuchando a Tom Jones sólo para ellos; pues bien, algunas veces, en vez de saciar nuestro deseo de venganza, acabamos haciendo algo por esa mujer sin que nosotros tengamos algún beneficio. ¿Qué lectura podemos hacer del final de ese capítulo? Tal vez que Burns, además del "corazón de perro" que tiene -como dice la canción en la que Tito Puente tocó los timbales-, le sobrevive algo de altruismo como también lo ha mostrado en otros capítulos, aunque siempre tenga un grado de conveniencia o mentira ("cuando un cerdo vuele"); pero a la vez, se puede mostrar que mediante ese acto, él muestra su poder (narcisismo) y su influyentismo, dando una pequeña muestra del mismo haciendo que el tan afamado artista favorito de Marge cante para ella, así, se repara esa herida que se abrió al no ser correspondido su amor. Podemos pensar que el amor más grande es aquel que es desinteresado y podríamos pensar que Burns quiso complacer a Marge, aunque no obtuviera nada, pero por otra parte, cuando no obtenemos la correspondencia del ser amado, lo que nos queda es remitirnos a nosotros mismos, a nuestro amor personal, el cual expresamos por el solo deseo de reevaluarnos.
2 comentarios
Eduardo Huchín -
Eduardo Huchín -
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