Socialismo cultural
1.- Llegó el comandante…
“El socialismo es una tendencia histórica, es decir, una fuerza que nace en el mundo mismo y que apunta hacia su transformación” (Severo Iglesias, El Socialismo Nuevo).
Hace algunos años el historiador mexicano Enrique Semo escribía “que el debate de las izquierdas y la derechas era cosa del pasado, algo ya rebasado”, personalmente creo que con el triunfo de Chávez en Venezuela, y su orientación cada vez más popular, puso en el escenario el debate sobre el socialismo, sobre todo después de la caída del bloque de la Unión Soviética y el socialismo de control.
(Ahora parece que la cuestión de la izquierda se ha puesto de moda y es un buen discurso mercantil ya que muchos ideólogos afirman que hay que regresar a los orígenes, que ellos sí son de izquierda).
En la década de los noventa se llegó hablar del fin de la historia, de que el modelo neoliberal no era una cuestión temporal, Fukuyama ideólogo de la derecha motivado por el triunfo del capitalismo expuso su tesis al mundo, no sin tremendas críticas. Dentro de las áreas humanas y las ciencias sociales, se abandonaron la tesis marxistas, sobre todo dentro de la historia, se empezaron abordar otras temáticas de investigación perspectivas de género, multiculturalismo, teorías postmodernas, entre otras.
2.- Problemas Candentes de Nuestro Tiempo
Pero, parece que la historia se destrabó que volvemos a recuperar el sentido histórico. Efectivamente, después del 11 de septiembre del 2001 el mundo se ha visto envuelto en notables cambios que antes de esa fecha eran insospechados.
Los ojos del mundo han visto unas torres incendiadas, una guerra escalonada, el avance del socialismo chino, la unión Europea, una Cuba que se resiste a morir, una Venezuela que sueña con la integración bolivariana, un sionismo fanático, un Irán desafiante, la sustitución de la OLP por un grupo de ultraderecha, una revolución marxista en Nepal, el resurgimiento de los movimientos obreros: Francia, EUA, Bolivia, en México, un Irak desgarrado, la nueva amenaza nuclear en Irán, el regreso de los nacionalismo. Son algunos signos mundiales que deben ser explicados en torno la razón histórica mundial. Como el presidente de ecuador Rafael Correa muy acertadamente dijo: No estamos viviendo una época de cambios sino un cambio de época.
Cometeríamos un error al no mencionar los nombres de los países que imponen por la violencia su visión del mundo: EUA. UE, Israel, y Japón, principalmente; y sustentar que en estás naciones asientan su poder mundial al margen de todo desarraigo del poder, como da la impresión que menciona De Negri en su libro Imperio, o Castell con su teoría de los flujos (a este respecto el pensador peruano Aníbal Quijano es más firme en su idea de los modelos de poder de las grandes potencias colonialistas, y al argumentar que ningún capital extranjero sobrevive sin la protección del estado). No está de más mencionar de que a partir de los atentados terroristas a las torres gemelas, el mundo dio un giro visible a la derecha, a la militarización preventiva, a las doctrinas sociales religiosas. Como James Petras ha demostrado con sus análisis del sionismo internacional, el evangelismo fanático, la ultraderechas católicas y el islamismo radical, pero el mundo no está libre de las ideologías aún como muchos suponían. Pero en todo caso, es posible entender que sólo fue posible por el enriquecimiento de las grandes cúpulas de poder, y la debilidad de los movimientos reivindicatorios.
A este respecto, tengo la impresión de que es América Latina la que tiene los ingredientes necesarios en la olla de la bruja para exponer al mundo un programa social que desafié las propuestas del Nuevo Orden Mundial.
Y al parecer la historia regresa, y regresa en América Latina con planteamientos que van del indigenismo, los nacionalismos, bloque regional latinoamericano, y perspectivas culturales. En toda esta convulsión política que vive América Latina, surge de nuevo el interés de la izquierda por replantarse qué tipo de sociedad es la que queremos, y por lo tanto el compromiso del intelectual por pensar de nuevo los problemas de fondo.
3.- Compromiso de los intelectuales
Desde diversos ángulos los analistas intentan clarificar, o por lo menos interpretar los estos acontecimientos actuales.
A este respecto, la primera crítica que hago es que hasta ahora los intelectuales, y sobre todo los considerados de izquierda, sólo se contentan con interpretar los hechos, y no teóricamente trasformarlos. Y es que a pesar de que Benjamín haya ironizado a Marx, diciendo que una vez que los hechos hayan cambiando, ahora hay que interpretarlo, creo, y no ignorando el malestar de los hermeneutas, necesitamos volver a transformar el mundo.
El punto central estriba en que nuestros intelectuales están especulando las variables sociales, observándolas, husmeándolas, pero no atreviéndose a decir por aquí va la cosa. La razón es sencilla, son más prudentes ante la pretensión de encontrar un proyecto social no desigual. No existe actualmente un impulso conceptual que se atreva a plantear la posibilidad de proponer una noción de sociedad justa.
Injusto sería no mencionar a intelectuales que siguieron pensando y aportando nociones fundamentales para comprender el mundo globalizado que vivimos ahora y los peligros que entraña esta, Mencionamos Boaventura de Souza, Bolivar Echeverria, Enrique Dussell, Adolfo Sánchez Vazquez, Heinz Dietrich Steffan, Wallastein, Ernesto Laclau, James Petras, Noam Chomski.
Continuamente decía Lenin “No hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria”, esta sentencia es aplicable a nuestros días, la izquierda no podrá definir un proyecto socialista sin una teoría socialista mínima. El pensamiento de izquierda vive ahora una etapa de resurgimiento después del silencio de más de diez años. Y mucho de esto debido a la crisis del neoliberalismo en los países latinoamericanos.
Pero qué tenemos enfrente, Emmanuel Wallenstein, interesante estudioso del desarrollo del capitalismo, creador el concepto sistema mundo, da cuenta de la evolución del sistema económico mundial. El capitalismo de control mediático, de propaganda desinformativa, como ha estudiado Noam Chomski, El capitalismo de dominación, explotación y guerras que menciona continuamente Dietrich Steffan, y el establecimiento de un Nuevo Orden Mundial desde la perspectiva apocalíptica de Jamen Petras.
El Método
Personalmente, y esta es mi propuesta, me resisto a soslayar un sentido histórico de la sociedad de corte hegeliano. A saber, sostengo como todo historicista que no hay pensamiento sin un conocimiento de los procesos sociales. Ni filosofía posible sin previo conocimiento de los aportes del conocimiento histórico: toda filosofía es también un razonar histórico. Es decir, para poder comprender lo que actualmente sucede como fenómenos inesperados es menester entender los hilos históricos que lo mueven, y a partir de ahí, iniciar la reflexión que nos dé posibilidades de entendimiento conceptual. Y es algo que el marxismo siempre ha comprendido y defendido a cabalidad, entre otras escuelas sociológicas desde luego. No obstante, los debates en torno a un fin del sentido unívoco de la historia, sobre todo desde las perspectivas postmodernas de los años noventa, el multiculturalismo y los múltiples tiempos, y las teorías de la globalización en estos años, que hablan sobre una lógica geográfica y no temporal, nos queda una noción débil de la historia, una sociedad sin conciencia de su tiempo. Entonces tenemos que ir al corazón de las teorías, que no eliminan la temporalidad, eso me queda claro, pero sí le restan su importancia como factor de explicación social determinante.
Desconfiando de los nihilismos y relativismos, sostengo que lo que hemos entendido como postmodernismo no es más que un período histórico de transición que ya está llegando a su final. Que sucesos acaecidos en los últimos cuatro años han definido posturas políticas fuertes que han dado al traste con los sustentos postmodernos. Digamos que los fenómenos sociales se han esclarecido y presentado con mayor definición. Mas los fenómenos nuevos tampoco se pueden explicar desde dogmas marxistas antiguos. Al respecto, es bueno decir que hasta ahora ninguna de las teorías de la globalización ha resultado del todo satisfactoria y provechosa para entender los problemas de eso que llaman la aldea global.
En todo caso, la consecuencia que se desprende de todo esto es que al no existir la posibilidad de construir una teoría con una noción histórica fuerte, nos limitan la visibilidad respecto al futuro. Y de paso mencionar, que sumado a un desprendimiento de la filosofía con respecto al tiempo, menos es posible encontrar una sociedad adecuada al sentir social de liberación. Por lo tanto, defender una conciencia filosófica que es histórica a la vez, y por lo tanto, sociológica, es defender un proyecto de emancipación para los pueblos marginados.
Primero ha de hacerse en tres frentes. En primera instancia no escapar al revisionismo de los clásicos de marxismo con respecto a sus fundamentos epistémicos anclados en la historia; entender los postulados actuales que se inclinan por explicaciones menos temporales, y bifurcan los caminos del tiempo; y problematizar la idea de la multiplicidad o univocidad del tiempo, y desde luego, y como tesis fundamental, exponer, que es posible tener una perspectiva histórica general, pero dentro de los marcos de la racionalidad política, económica y comunicativa. Basada más en la construcción de una visión política del tiempo sin avenencias con puentes metafísicos, o dogmas, o Apocalipsis de ningún tiempo, que en nada tiene que ver con la racionalidad histórica. El socialismo visto como camino y no como destino.
Existe ahora diversos tiempos sociales con relativas experiencias de mundos de la vida cotidiana, pero que fundamentalmente se asientan en lo económico y lo comunicativo. La fragmentación de la experiencia temporal no significa por lo tanto la nulidad de un tiempo general. El tiempo social es fragmentario, pero convive a lado de un tiempo económico-informativo que es objetivamente determinable si somos capaces de comprender el desarrollo de la fuerza económica, ante todo esto, el sentido histórico del capitalismo actual es la construcción de un Nuevo Orden Mundial, con bases económicas objetivas.
La cuestión cultural
Pero abajo existe un caldo de cultivo de movimientos de toda índole que buscan canales de expresión. Y aquí es donde interviene la cuestión cultural. Hay diversas clases de lucha, pero la contradicción principal entre el trabajo y el capital sigue siendo vigente, pero bajo formas nuevas en el cual la lucha de clases es desplazada hasta los campos de la comunicación y el signo.
Pero las explicaciones culturales no son la panacea de la explicación social, advierto contra el determinismo cultural, como lo fue el economicismo, la teoría pura del derecho, o las explicaciones exclusivamente políticas. La cultura pueda ofrecer una explicación de que muchos movimientos de izquierda en América Latina no fructificaron.
Dussell tenia razón al mencionar que el marxismo no hizo mucho caso a las perspectivas culturales por considerarlas parte de la ideología de dominación. Salvo aportaciones importantes como la de Antonio Gramci, y de marxista ingleses como Thompson y Raymond Williams, fue un terreno descuidado y que en gran medida fue estudiado dentro de los terrenos de la ideología y el concepto de alineación que estudiara la escuela de Francfurt, en donde el problema del ejercicio de la voluntad en sociedad mayor controladas era (y sigue siendo) una preocupación. Como el mismo dictador Stalin se dio cuenta en los años cincuenta en su folleto marxismo y lingüística, el problema de la cultural va más allá de la misma base económica y un cambio de régimen, el pasado zarista de Rusia fue una cuestión importante que aún después de la revolución de octubre continúo.
El reto es reformular los conceptos marxistas, la interpretación hermenéutica y la normatividad comunicativa. Tienen mucho que decirnos al respecto estas escuelas – no obstante sus argumentos internos contrastantes-, porque los problemas actuales en cuanto a la resistencia de los pueblos desprotegidos se cuecen en el ámbito de la comunicación y la expresión, esto es un problema netamente cultural. Y hay que decir que esto es así porque básicamente es en este punto en donde se encuentran expresados los alcances objetivos de los sin tierra, de los desarraigados. En todo caso, es de esta manera, porque carecen en absoluto de un poder político, económico fundamentalmente, y su pertenencia surge de su identidad con su cultura, pero también de su posibilidad de compartirlas con otros desheredados. Muchos le llaman a esto resistencia cultural ideológica, prefiero tomarlo como una posibilidad para partir de aquí y elaborar un proyecto de izquierda para el siglo XXI. En donde lo cultural sea el punto de partida de la recuperación de un poder político y económico fundamentalmente.
Es importante refrendar un compromiso ético de pensar una historia general para las sociedades todas. El problema es delicado porque es una cuestión de normatividad e instituciones, y a la vez, de tolerancia e interpretación. Cuya pregunta se puede sintetizar realmente con la siguiente pregunta: ¿Cómo construir en las diferencias, o darle unidad a lo múltiple, cuando estamos enmarcados en cadenas violentas de poder inflexibles? Como podemos observar, la pregunta entraña dos problemas generales Unidad/ Diferencia + Poder. El primero se resuelve en los terrenos de la comunicación; el segundo en la ciencia política, y los dos al mismo tiempo se mezclan de manera temporal, para ser más concreto y complejo el problema. La cuestión estriba en que el primer Marx de los escritos económicos filosóficos se hace énfasis más en la idea de la no explotación del hombre por el hombre (humanismo), el hecho que la cultura nos haga diferentes no nos otorga el derecho de dominación sobre el otro: ¡Puede existir diferencias sin que exista explotación: laboral, psicológica, física!
Hay que estar muy al pendiente de que la globalización como concepto relativamente reciente en las ciencias sociales, es un concepto que aún requiere ser analizado de forma filosófica porque representa algo diferente, algo nuevo a los ojos del mundo. Por lo tanto, cometerían un error los marxistas al considerarlo como un sinónimo de imperialismo a la manera leninista, a la manera dogmática. Mas eso no excluye que el término pueda ser observando y explicado en términos marxistas. Sobre todo porque es hasta ahora que podemos entender que la metáfora el amo y el esclavo hegeliano, se puede generalizar como Nuevo Orden Mundial (forma política), Mercado Mundial (forma económica), y el Orden Jurídico Internacional, mundo del ciberespacio, bloques militares o geopolítica estratégica de los fuertes contra movimientos sociales (estudiantiles, sindicales – Francia- emigrantes –sureste de los Estados Unidos-, indígenas – Latinoamérica-, pro-derechos humanos, y reivindicaciones en torno a la diversidad y preferencia sexual – grande urbes, e islamismo radicales – Medio Oriente- que es un caso aparte).
Mas la intentona de enfrascarnos en un proyecto social latinoamericano, que es donde la racionalidad de la historia creo que puede encarnarse, tiene como fundamentos principalmente el multiculturalismo, y el problema de las identidades nacionales. La reflexión actual no eurocéntrica, sí multicultural y sobre todo indigenista, y la propuesta de un panlatinoamericanismo bolivariano que inspira Venezuela, se sientan sobre una tradición intelectual de luchas por la liberación del colonialismo y la dependencia. La independencia política del siglo XIX, ahora se acompaña de una liberación de eurocentrismo y del sueño latinoamericano de la independencia económica. Y los puntales posibles, no son sólo Cuba, sino también Venezuela y Bolivia, Nicaragua, los nacionalismos, el bloque económico del sur, la Alternativa Bolivariana de las Américas, y el giro hacia una propuesta que aspira a ser de izquierda y no sabe como hacerle.
A este respecto, el término socialismo del siglo XXI de Heinz Dietrich Steffan, o democracia participativa, o socialismo para el siglo XXI latinoamericano, solamente es posible partiendo en términos filosóficos que es lo que aquí nos interesa: multiculturalismo y su estructuración en instituciones sociales, que actúan al margen del orden establecido. Concretar la comunicación en proyectos de liberación social y de expresión de los grupos marginados, los intelectuales pueden ser dar voz a estas luchas muchas veces desconocidas. No la toma del poder La construcción del poder desde la expresión, y el ejercicio del poder de las nuevas formas movibles. La articulación de los movimientos sociales tiene un fuerte contenido cultural, son las que están en objetivas posibilidades de estimular y proyectar una sociedad no desigual. Por eso he dedicado algunas partes de mi pensamiento a la reflexión de los colectivos y grupos culturales como experimentos de comunicación, el arte incluido, para abrir espacios y brechas de racionalidad, y posibilidades reales para las generaciones emergentes, excluidas por las diversas formas de gobierno en sociedades pequeñas, y tragados estos grupos en sociedades grandes.
Y no sólo eso, sino que también la cultura entendida como factor de comunicación contienen en sí misma lo económico y lo político, a diferencia de la división estructura/superestructura marxista, en donde lo cultural no era entendido bien a bien, a excepción de Antonio Gramci. Los debates sobre una cultura multiforme, pero sustentablemente institucionales para América Latina, filosóficamente tienen que partir de su comunicación interpretativa/normativa sobre la base del concepto de liberación, una interpretación de sus luchas como parte de una historia común, y de iniciar el diálogo socialista.
Mas al respecto de la identidad, (y tomo mis precauciones, porque la entiendo como la libertad del trabajo con respecto a lo que es el objeto, como la capacidad de darle múltiples y variadas formas y sentidos a la vida común), dentro de la capacidad de expresarse en su medio, y de un individuo con lo que hace. La identidad, la expresión libre del trabajo con sentidos de interpretación y apropiación. El trabajo es una comunicación de las posibilidades del hombre en el mundo. Por lo tanto, dentro marasmo de lo que muchos llaman emociones débiles, psicosis colectivas, traumas sociales, enfermedades psicológicas sociales, veo en el trabajo una comunicación de alcance de la voluntad y por lo tanto de liberación. Y aquí, el problema del sujeto como elemento particular cobra importancia en el desarrollo de mis ideas, por la misma noción de rescatar el alcance social de los individuos, que como el esteta Michel Duffrend observó: la sensibilidad de los individuos ha disminuido –lo escribía a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta-. Posiblemente yo veo que la hipersensibilidad de los individuos los ha desgastado. El trabajo es aquí, el acto no necesariamente fabril sino la acción de comunicar y hacer. Dentro de los monstruos internos del hombre, la expresión volitiva de lo que se hace y concretiza con la comunicación nos permite librarnos del lado siniestro del mundo, para usar la expresión del filósofo español Eugenio Trías.
Con esto hago explícito los siguientes puntos: El recuperar el sentido de la historia desde una perspectiva latinoamericana, la necesidad de un proyecto de izquierda dentro de los marcos de la cultura y la comunicación, en donde la idea de sujeto no quede frustrada en un marco multidimensional que reste capacidad subjetiva. Una teoría general, no universal, que incluya al sujeto también. Y para eso hay que entrarle no sólo a la interpretación del capitalismo avanzado, sino a la cultura que es el bastión noble de las personas pobres. La teorización de aquí tiene que ser interpretativa y normativa, si quiere comprender y construir a la vez, partiendo de una crítica del capitalismo actual en su dimensión cultural, y estudiar los signos de la cultura de mercado, y la cultura como proyecto ético de comprensión del otro.
(Héctor Malavé. Presentación del libro Revolución y socialismo cultural)
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