Los partidos y sus distintas realidades
Situaciones contrastantes.
Los recientes escándalos que ensombrecen el paisaje de las principales fuerzas políticas –PAN y PRD-, la decisión de Convergencia de retirarse de la competencia a la gubernatura para concentrar sus energías en las diputaciones federales, así como un escenario partidista integrado por una constelación de organizaciones pequeñas, solamente reafirman que, quien alcanzará el pináculo en estas elecciones locales, es Fernando Ortega Bernés, el candidato de la Coalición Unidos por Campeche (PRI/PANAL).
En efecto, gracias al consenso construido por sus principales grupos de poder internos, el Revolucionario Institucional fortaleció su estructura compacta. Esta alianza estratégica constituye una barrera que ni siquiera lograrán romper las voces de inconformidad de los aspirantes priístas desplazados en los municipios. En esta geografía de contrastes, sin duda en Campeche la era tricolor se extenderá un sexenio más.
Un golpe certero.
La denuncia de un intento de soborno para favorecer publicitariamente a Mario Ávila Lizarraga, el candidato a gobernador de los blanquiazules en Campeche, con cargo al erario, fue el barril de pólvora que estalló cuando el grupo Megamedia la hizo pública mediante uno de sus medios de información: El Diario de Yucatán.
Los demoledores efectos de las acusaciones alcanzaron a quien se sustentaba como coordinador de la campaña de Ávila Lizarraga, Jorge Luis Lavalle Maury. Semanas más tarde, el devastador fuego se expandió con la renuncia de Miguel Ángel Jiménez Godínez, director de la Lotería Nacional, ambos involucrados en el fallido soborno a Megamedia.
Este polémico episodio ocurre cuando en el plano nacional el PAN empezaba a arrinconar a los priístas con fuertes declaraciones verbales, cuestionando la actitud pasiva de éstos en la guerra del Presidente mexicano contra el narcotráfico. Sin embargo, la contraofensiva no provino del PRI, sino del grupo Megamedia.
La situación fue aprovechada por los tricolores para levantar una escalada de ataques y que en estos momentos mantiene a los blanquiazules dando patadas de ahogado, amén de que los restantes partidos opositores también conformaron un frente que está acorralando al PAN.
Primero fueron los millonarios recursos que los panistas, respaldados por el patriarca Carlos Mouriño Atanes, derrocharon en beneficio de Ávila Lizarraga, saturando la ciudad capital con una numerosa propaganda. Ahora, las abyectas acciones de los mismos tienen en jaque a su candidato, quien observa cómo se evaporan sus posibilidades de acariciar la gubernatura.
Sin perder de vista este proceso, las consecuencias son positivas para el PRI en el arranque de su marcha a la Presidencia y, sobre todo, los priístas campechanos comienzan a quitarse las piedritas en el zapato, de esta forma podrán caminar tranquilos y sin dificultades hacia el cuarto piso.
Lo que ocurre en la entidad es un espejo de lo que está pasando en México: un entorno de la polarización de la lucha por el poder, que ha quedado reducido a sólo dos fuerzas, es decir, el PRI y el PAN. En los agrestes territorios que componen la política, los priístas galopan en caballo de hacienda al tiempo que los panistas comienzan a pagar muy caro sus torpezas en la dirección del Estado mexicano.
Sin posibilidades de triunfo.
La vorágine que está abriendo fisuras en el seno de Acción Nacional no es la única que robustece a los priístas. También en el Partido de la Revolución Democrática se cuecen habas. A diferencia de los blanquiazules, desde hace muchos años los perredistas están muertos en el ánimo del electorado campechano. En gran medida, la flaqueza masiva de los amarillos es culpa de sus propias ambiciones. Los que había iniciado como una esperanza de ciudadanización de la política y del cambio democrático en la sociedad, pronto derivó en una fuente de enriquecimiento de intereses mezquinos.
Después de las elecciones de 1997, cuando la senadora Layda Sansores Sanromán colocó al partido del sol azteca en la antesala de la gubernatura, las divisiones internas precipitaron el declive partidista y el proyecto renovador se derrumbó con la salida de cientos de seguidores de la legisladora federal. El organismo quedó en manos de una de las facciones y, por ende, se constituyó en espacio para el ejercicio lucrativo de la política.
Desde entonces, el perredismo está indisolublemente vinculado a un solo nombre: Abraham Bagdadi Estrella, que los índices inquisidores señalan como el dueño del partido en el estado. La controversia lo acompaña de la mano esquivando acusaciones periodísticas de corrupción, resistiendo las agresiones de facciones rivales o desarticulando la fuerza de grupos perredistas emergentes.
La sombra de Bagdadi Estrella persigue a los candidatos a puestos de elección popular y en este caso no será la excepción, como se comprobó en los desmanes del reciente proceso interno del PRD. Para representarlos se eligió candidato a la gubernatura a Francisco Brown Gantús, sin embargo, este personaje parece más empeñado en levantar denuncias y demandas contra quienes se atreven a criticarlo.
Demasiada razón le sobra al aspirante, ya que no es lo mismo acusar con fundamentos que sin ellos, pero como los rumores se expanden a la manera de un fuego a campo abierto, las dudas sobre su rectitud quedarán suspendidas en el aire como un virus.
Los vericuetos que atraviesan en proporciones epidémicas a los solaztequistas en el país son causados por sus propias hordas bárbaras, en la medida que la dirigencia nacional no reforme internamente a la institución para romper los cacicazgos y caudillismos locales, la debacle electoral persistirá, por lo tanto, en Campeche el PRD quizá conseguirá un lejana tercera posición.
Sólo mera compañía.
Convergencia es la única fuerza política que entendió que la carrera por la conquista de la gubernatura quedará entre priístas y panistas. Razonablemente determinó retirar a la profesora Margarita Duarte Quijano de la candidatura, luego de una fallida coalición con el Partido del Trabajo. En la pasada elección se ubicó en el tercer lugar de las preferencias, sin embargo, es más probable que tengan fortuna con sus esfuerzos dirigidos en las diputaciones federales.
En relación a los demás institutos políticos, serán mera compañía. El Partido del Trabajo, el Verde Ecologista y el Socialdemócrata son débiles y no están a la altura de las circunstancias. La lógica de su lucha obedece más a la conservación de su registro.
Una pequeña conclusión.
El espectro partidista presenta realidades distintas. Los grupos internos del PRI han construido una sólida formación que los catapultará otra vez a la gubernatura. Mientras que el PAN, que le venía pisando los talones, ha recibido un golpe certero que lo tiene tambaleándose; el PRD no le hace sombra a ninguno de los anteriores partidos porque sus facciones le impiden crecer electoralmente, Convergencia no registró candidato y, del resto de las fuerzas, presenciaremos quién sobrevive a la vida pública y quién será flor de un solo día.
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