JUGUEMOS A ENGAÑAR
El suspenso sigue estando en el aire Fernando Cab Pérez El escenario. Luego de varios meses de polémicos rumores, el Partido Revolucionario Institucional respondió a una de las preguntas básicas que le hacía la opinión pública campechana. ¿Qué método elegirá para la selección de su candidato a la Gubernatura? La respuesta fue categórica: Convención de Delegados; de esta manera disipó la estela de dudas sembradas en torno al tema. Sin pensarlo dos veces, los miembros del Consejo Político de la institución partidista sufragaron por aquella vía. Apenas se dio a conocer el método de Convención de Delegados, los priístas desataron, en un tiempo más veloz que un rayo, una tempestad de inquietudes. En medio de muchos cuestionamientos sobresalen los siguientes: ¿Habrá línea a favor de uno de los aspirantes en particular? ¿Los dados están cargados para beneficiar a un pequeño grupo de intereses personales? ¿Los delegados se inclinarán por la mejor opción o venderán sus conciencias inclinándose por quien tiene escasas posibilidades? En definitiva, esta copiosa marea de especulaciones provoca que los ciudadanos sigan respirando la misma atmósfera de interrogantes. ¿Un pasado más presente que nunca? El clima de desconfianza latente en la sociedad campechana se justifica en razón de la lectura histórica. Esta nos enseña que el método de Convención de Delegados cierra las puertas a la democracia. En este sentido es justificable la crítica de numerosos campechanos, incluyendo a un considerable segmento de priístas, alrededor de la legitimidad de quien triunfe en la misma, porque se deja en manos de una minoría la decisión de nombrar al candidato priísta a la Gubernatura. El recuerdo está reciente: las anteriores convenciones de delegados fueron rituales en las cuales la maquinaria de manipulación partidaria hacía gala de sus instrumentos de movilización masiva para legalizar una decisión previamente tomada desde la cúpula. Se trataba de ceremonias solemnes que servían para exhibir las mejores virtudes de los candidatos envueltos en una aureola de santidad. Visto desde este ángulo se explica la incredulidad de una parte de la población campechana, que aun observa con suspicacia el proceso de selección interna. Por estas experiencias del pasado inmediato es que la ciudadanía campechana lleva impresa la huella de la desconfianza. La noticia de que en la próxima Convención de Delegados saldrá el futuro candidato a la Gubernatura no causó sorpresa a ese grueso de los campechanos, quienes difunden a los cuatro vientos la construcción de un proceso de nula transparencia. "Los delegados ya están maiceados", se escucha a los incrédulos decir al unísono. La expresión se refuerza si tomamos en cuenta que vivimos en un país en donde la simulación y la mentira de la clase política encuentran su paraíso terrenal. Al engaño público debemos añadir una característica más: las estructuras priístas de control de la población mediante un sistema corporativo que se conservan íntegros en cada rincón del país. Este elemento, que los gobiernos panistas conservaron, es una norma vigente en aquellas entidades de signo priísta. Las corporaciones de este organismo partidista siguen funcionando como brazos de apoyo y aumenta la sospecha de que el partido oficial se nutrirá de estas para conseguir sus fines políticos y electorales. En estos términos, la interpretación de un sector de la población es la de la existencia de un pasado priísta antidemocrático que se niega a morir a través de sus viejas prácticas y añejas estructuras sobrevivientes en el presente. De allí que la falta de confianza sea la regla dominante en vísperas de la Convención de Delegados, a pesar de la aparente jactancia de toda la familia priísta que, asegura, el método elegido es la correcta porque garantiza la unidad y la democracia internas. Continúan los pronósticos. La constante intervención del estado en la pasada realidad política e inmediata contradice los discursos y los puntos de vista de los defensores de la dinámica oficial e impulsa que los críticos del sistema coloquen el debate sobre la mesa. Con el método de consulta a las bases dominaba el criterio de que Fernando Ortega Bernés ganaría con un contundente margen; ahora, revertida la situación con el método de Convención de Delegados, circulan los rumores de la injerencia de un pequeño grupo de poderosos para favorecer a su candidato, es decir, Jorge Luis González Curi. El presagio de tormenta similar al de 1997 que anunciaron los analistas políticos no termina de concretarse. El estado del tiempo permanece inalterable con un cielo despejado rebosante de camaradería. Los priístas siguen actuando como una verdadera familia feliz y la sonrisa de los aspirantes en ningún momento se desdibuja. Sin embargo, los detractores son obstinados en sus pronósticos. Consideran que estas muestras de unidad son pasajeras y le apuestan a una ruptura interna. ¿Obtendrá la victoria el precandidato menos popular mediante la compra de delegados? En consecuencia, ¿se repetirá la misma historia de imposición? ¿La rebeldía del aspirante inconforme con esta situación provocará un rompimiento interno que lastimará a la familia tricolor, mientras que aquel, preso del malestar, aceptará la postulación de una fuerza partidista opositora? Aunque también se oyen voces que no descartan un escenario de relativa calma política. Para esta segunda interpretación, los protagonistas de esta historia negociarán sus diferencias bajo la mesa, al grado de afirmar que en estos precisos instantes ya se han repartido las tajadas del pastel que les tocará en la siguiente administración. Está visión pone de relieve un panorama distinto al primero, dejando intocables el orden de cosas establecido. Si este último comentario se cumple, entonces se reafirmará lo mencionado líneas arriba: la Convención de Delegados será la misma gata revolcada de años anteriores, es decir, la transformación de un candidato en el santo de las devociones de un pueblo que no conoce otra manera de regirse que el paternalismo de la clase política oficial. El suspenso sigue estando en el aire. Los asuntos de la vida pública en ocasiones dan giros sorpresivos, pero muchos quisieran mantener su optimismo otorgándole el beneficio de la duda al priísmo campechano. Permanecen a la expectativa, dejando que esta trama siga su derrotero natural hasta alcanzar el día de la Convención. No olvidemos que hace unas décadas atrás el PRI era una fuerza arrolladora en las urnas, ahora con el crecimiento del espectro partidista sus márgenes se redujeron considerablemente. Quizás afuera de la casa priísta existan partidos políticos esperando a algún resentido y bajo esta circunstancia arrastrar tras de él a un vasto número de militantes. Según una encuesta el PRI todavía goza de un prestigio importante en la población. Los más razonables insisten en que los dirigentes no deben permitir que una locura les arruine la fiesta; hacer conciencia para no hundirse en terrenos pantanosos. Un grupo de ciudadanos, inclusive priístas, abogan para que la lógica se imponga al absurdo. Hacer caso omiso a los poderosos intereses de la familia feliz y consultar lo que la población desea es el sendero para obtener una victoria legítima.
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Fernando -